Erase una vez tres niñas, que se fueron a la selva a vivir aventuras. Se llamaban Laura, Noelia y Nuria. Se encontraron un papagayo, que repetía todo lo que decían, y decidieron llamarlo Papi. Luego tuvieron que pasar a través de lianas por encima de un río para que no se las comiesen los cocodrilos. Al acabar de pasarlas, se encontraron al otro extremo del río un cepo donde había atrapado un mono, lo rescataron y se lo llevaron con ellas. Siguieron el rastro de unas huellas que llevaba hasta otro cepo, pero en ese cepo no había nada atrapado. Siguieron más adelante, y les pareció que un arbusto se movía. En aquel seto había un cazador escondido que iba cazando todos los animales, para hacerse ropa con la piel de ellos.
-Mirar una caseta- dijo Noelia
-Pero ¿aquí, en mitad de la selva?- dijo Nuria
-Mirad hay un cazador- dijo Laura
Esperaron a que el cazador saliera para entrar ellas. Cuando entraron vieron pieles de animales por todos los rincones de la casa. Como le gustaban mucho ellas las cogieron y se las llevaron, se escondieron en un rincón, cuando el cazador volvió chillo:
-Mis pieles, mis valiosas pieles.
El se echó a llorar al suelo, mientras ellas escondidas en un rincón se echaron a reír.
Mientras todo esto, el papagayo fue a llamar a todos sus amigos, los animales, para darle un escarmiento al cazador.
Consistió en elevar al cazador por los aires, porque él tenía miedo y se llevo un buen escarmiento y no volvió a cazar nunca más.
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